jueves, 30 de julio de 2015

LA TEORÍA DE LOS SERES ESENCIALES

Hay, en el universo, dos clases de seres: los corpóreos y los esenciales. Nosotros, que vivimos en este mundo, somos los corpóreos. Pero las sociedades fabricaron su creencia hacia los seres esenciales cuya función es la de cuidar de los desamparados seres corpóreos. Son los troles, duendes, meigas. O santos, vírgenes y ángeles de la guarda.
Son cuatro las especies que existen de seres esenciales: positivos, negativos, ambivalentes y neutros. Quien es protegido por un ser esencial neutro no causa efectos a quien le rodea. Pero los que lo son por uno negativo, serán protegidos atacando a quienes se le acercan: se convierten en gafes, y son peligrosísimos para todos. Aquellos cuyo ser es positivo se convierten en talismanes, dan buena suerte, y consiguen anular a los gafes. Los ambivalentes pueden convertir a su protegido en gafe o manzanillo, según el ambiente.
Así que, cuidado a quién nos arrimamos. Que hoy hay mucho malasombra suelto cautivando al gentío.

jueves, 23 de julio de 2015

MANDAR ES SERVIR

Mandar es servir. Y no habrá día en el que deje de recordarlo.
Felipe de Borbón y Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg (alias Felipe VI)

Está bien la idea que nos transmite quien le escribe los discursos al último borbón. Aunque suponemos que esto lo supo el monarca de siempre: no hay que olvidar que la base de su formación fue militar.
Es el mensaje que lanzó a los  cagapoquito que, a través de diversos cohechos, consiguen alcanzar un estatus muy por arriba de lo que pudieran merecer en su respectivo escalafón.
Existen en España demasiados mandamases convencidos de que su puesto fue creado para dedicarlo a su propio interés.
Pues no. Han de saber esos espabilados que, o se dedican a servir a quien deben, o que tomen el camino de vuelta al sitio que debieron recibir. Y, si no se dan cuenta de ello, debemos ser nosotros los que les saquemos. A tabanazos, si es preciso. Que el borbón está de nuestra parte.

martes, 7 de julio de 2015

EL DELEGADO

A mediados del siglo pasado, en mi etapa escolar, tuvimos ocasión de elegir al delegado de clase. El más popular de entre los alumnos era un chico con déficit intelectual, adscrito al programa de integración. Con crueldad infantil, demostramos nuestra indiferencia hacia el autoritarismo profesoral escogiendo como representante a aquel pobre muchacho.
Hoy los españoles, vengando a sus ladrones y arrogantes adalides, han otorgado responsabilidades a (calificados con su propio estilo libertario) diversos friquis: una que se queja de que no le comen la almeja; otro, hermano tonto del eslabón perdido, chancero de víctimas de crímenes varios; o la guarra meona de Barcelona.
Nuestro oligofrénico escolar, contento con su elección, no ejerció; la inercia social continuó sin necesidad de representante; no hubo problemas. Suponemos también que estas nuevas piñoras electas no pondrán a trabajar su neurona. Así que, desde atrás, seguirán mandando los de siempre.