Los de mi época perdimos estúpidamente un año militando en
aquel caduco e inoperante ejército franquista. Pero nos sirvió de experiencia
sociológica: conocimos a fondo a la chusma española, esa con la que íbamos a
convivir durante el resto de nuestra vida.
Sargentos chusqueros mandaban sin orden ni conocimiento.
La parte mojigata de la soldadesca les obedecía. Los más se escaqueaban. Y los
sensatos acababan haciendo lo que les salía del arco del triunfo. Gracias a
estos últimos, la cosa iba adelante. Aquella tropa era la anarquía que mejor
funcionaba por entonces.
Hoy, los diversos ámbitos de nuestra administración son
gestionados por elementos procedentes de mundos endogámicos (político,
familiar, masónico). Y la empresa privada española se hunde promocionando a ambiciosos
lamedores.
La escueta parte del pueblo que sabe lo que ha de hacer y lo hace, que no se escaquea y tiene iniciativa, son los que hacen funcionar el sistema.
Pero los nuevos chusqueros están convencidos de que el mérito es de ellos.
La escueta parte del pueblo que sabe lo que ha de hacer y lo hace, que no se escaquea y tiene iniciativa, son los que hacen funcionar el sistema.
Pero los nuevos chusqueros están convencidos de que el mérito es de ellos.