Se acabó la emisión del canal público valenciano, acomodo de
enchufados, altavoz de los diversos partidos
regentes, sistema de propaganda de lo más gobeliano. Otro abuso del
régimen tardofranquista que nos vemos obligados a soportar. Así que nos hemos
quedado sin la opción de seleccionar con el mando a distancia a uno de los
canales más empalagosos y aburridos que hasta hoy teníamos a mano. Nos
satisface el cierre de un ente público que ha sido vehículo para la corrupción
y el despilfarro a costa del erario pagado por todos los valencianos.
Estábamos saturados de locutoras con su desagradable voz de pito, o
locutores con churresco acento. Todos incapaces de pronunciar las vocales
abiertas del valenciano tradicional, destrozadores del lenguaje (su instrumento
de trabajo, no lo olvidemos), desconocedores de la existencia de los signos
ortográficos, de los de puntuación, del significado de cualquier virgulilla. Que hablaban sin
separación de frases y a los que no se les llegaba a entender más que alguna
palabra suelta. Muchos contratados con calzador para compensar felaciones
proporcionadas a políticos u otros mandamases de diverso origen.
También estábamos hastiados del uso del lenguaje, embutiéndonos
palabros, engendros, solecismos que ningún valenciano ha pronunciado en su
vida, ni lo ha oído a sus antepasados. Y nos daba asco que la pedantería
cateta de ideología imperialista catalana considerara como correctos a vocablos
de uso habitual en tierras en las que se hablan los otros dialectos del
lemosino (en Cataluña, por ejemplo), pero que tomaban como formas incultas a
las palabras que aplicamos los del pueblo llano en nuestra Comunidad.
Por culpa de la actitud cicatera de la administración, gestores y
directivos de servicios públicos esenciales (sanidad, educación, orden público)
debían estrujarse el cerebro para proporcionar las prestaciones de forma
adecuada. Mientras, la televisión despilfarraba a raudales dando promoción a busconas,
afeminados, cornudos, canallas y bolleras, en aquel asqueroso programa
tombolero, pionero de un tipo de telebasura que, con el tiempo, ha sido tan
imitado.
El canal nou no representa ni a la cultura ni a la lengua valenciana.
Representa a los pedantes ideológicos que se hicieron los amos de ese medio de
comunicación. Esos memos que no nos permiten pronunciar “balonma” (hay que
decir handbol, anglicismo total), ni “pues” (dicen donçs, francés puro), ni “entonçes"
(a les hores, cursilada delatora), y otras chorradas.
La izquierda progre e incompetente, tras innúmeras peticiones de
supresión de la cadena televisiva, ahora se opone a su cierre, demostrando la falta
de claridad en las ideas, su actitud demagógica, y su único interés en meter
follón. Sentimos que profesionales competentes hayan perdido su puesto de
trabajo (técnicos, actores, periodistas, etcétera). Pero nos alegramos de que
una caterva de mamones se hayan quedado sin su mamandurria. Deseo que los
primeros reencuentren pronto acomodo en televisiones serias, de mantenimiento
privado. Y que los segundos dejen de protestar por el cierre de una televisión
que no era nuestra, era de ellos. Canal 9 acabó como se merecía.
Esperamos que a esta quiebra siga la de autonomías, sindicatos,
partidos políticos y demás entidades asentadas mayormente sobre el latrocinio.