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El profesor de histología era un tal Llombart, valenciano. Sustituía a Tello
(el sucesor de Cajal, despojado de la cátedra y de la dirección del instituto
Cajal). Llombart era un profesor mediocre, pero cumplidor, preparaba sus clases
y destacaba sobre todo por su infinita cursilería. Un día entró en el aula diez
minutos después de la hora debida y se excusó porque venía de la vecina
estación de Atocha:
-
Perdonen ustedes que haya llegado algo tarde. No es mi costumbre, como saben.
Pero he ido a esperar a la estación a una madre española con cinco pajaritos,
que es mi señora.
... En
cierta ocasión, Zamorano y Arteta hablaban con Llombart acerca de algo
relacionado con la histología del sistema nervioso. Llombart, al parecer,
mostraba un total desconocimiento sobre el asunto. Yo estaba muy cerca de
ellos, a la entrada del laboratorio de prácticas. Llombart se excusó:
-
Yo en neurohistología tengo verdaderas lagunas.
Arteta,
que no se caracterizaba por la ironía sino por un sarcasmo cruel, le respondió:
-
Más que de lagunas, lo que tiene se podría calificar de verdaderos océanos.
... A
pesar de mi ignorancia del verdadero mecanismo de una oposición a cátedras, me
di cuenta de que funcionaba de una manera preconcebida. El discípulo de Tello (sucesor de Cajal) presentó trabajos de investigación sobre histología del cerebelo de primerísimo
orden, pero en la trinca del tribunal no se refirieron a ellos sino a sus actividades con
Tello, con insinuaciones a su desafección al glorioso Movimiento Nacional. Al
final obtuvieron cátedra Sánchez Lucas –un brillante conocedor de la
disciplina–, Llombart (al que habían vapuleado sobre su fraudulento currículum,
por la publicación del mismo trabajo en distintas revistas, aunque con distinto
título) y aquel Carrato con el que días antes habíamos disfrutado gracias a su
congénita memez. Al finalizar el acto Enríquez de Salamanca, presidente del
tribunal, pronunció las siguientes palabras: Día de gozo hoy para la
universidad española. Estos tres nuevos catedráticos, más que eminentes
histólogos y anatomopatólogos, son grandes católicos y grandes patriotas…
CARLOS CASTILLA DEL PINO (“Pretérito imperfecto”)
Tal como nos relata el psiquiatra y escritor
Castilla del Pino, se necesita desfachatez para, confesando no tener ni
pajolera idea en neurohistología, ocupar (gracias a la selección política) un
puesto desempeñado previamente por Ramón y Cajal (el padre de dicha ciencia).
Nos lo creemos porque unos años después tuvimos que soportar al susodicho que,
con todo cinismo, tenía la desfachatez de presumir de “discípulo de Cajal”.
La Universidad Española ha estado llena de
espantajos, con dictaduras y democracias, con repúblicas y monarquías. Y ahora
mismo está igual o peor. Ahí tenemos a la Complutense, con un rector cuyo mayor
mérito es ser el hijo de un sanguinario criminal de guerra.
Y en lo político y social seguimos inmersos en los
mismos océanos. Ahora a la Sanidad valenciana le toca soportar a un patriótico
pajarito que un día nos jubila y al otro nos deja de jubilar. Que nos impone
los algoritmos en programas de prescripción de fármacos (programas infumables adquiridos
a través de la mediación de varios mafiosos del partido). Que nos hipoteca a
los contrabandistas testaferros de la Cospe. Y que nos impone índices
burocráticos indecentes.
¡Vamos aviados!