jueves, 26 de septiembre de 2013

PRÓTESIS INFECTADA

A cualquier cirujano habituado a implantar prótesis le suele provocar una amarga conmoción que ésta se infecte. Porque sabe que a su paciente le espera un calvario.

Nuestro fogoso monarca pertenece a una saga de artrósicos. Y ahora sufre las consecuencias de aquellos saltos del tigre que practicó sobre las numerosas barraganas que pasaron por su cama a lo largo de una dilatada vida sexual. Durante su mocedad se instruyó con mujeres cumplidas, tal como aquella conocida bailaora, o la aristócrata italiana que le dio su primera hija. Finalizado su periodo de instrucción vino a investigar con un sinnúmero de individuas, muchas de ellas populares. Ya en la vejez, prefirió la juventud, hasta llegar a la tal Corina, algunos años menor que sus hijas legítimas. Y con tanto ajetreo, al cabo de los años ha necesitado renovar algunas de sus articulaciones.

Lo mismo que le pasó a muchos de sus parientes, el interfecto sufre la llamada maldición del recomendado en su relación con los médicos. Ésta consiste en que el facultativo suele tener unas consideraciones especiales con su paciente que interfieren en la indicación diagnóstica o terapéutica la cual no se aplica con la contundencia precisa.

Si una anciana corriente acude a la consulta (pública) con xantelasmas palpebrales se le recomienda que se los deje estar y que no maree más; pero si es la abuela Federica, se le opera y además le aplican técnicas anestésicas sofisticadas que facilitarían su partida inmediata hacia el otro mundo. Y cuando en la época en que al abuelo Juan le salió un cáncer de garganta, se llevaba extirparla de cuajo, radicalmente, y se curaba a casi todo el mundo; pero a él se lo trataron en esa milagrosa clínica protegida por sanjosemaría y fue uno de los pocos españoles de la época que se murió de neoplasia laríngea. Así que después de tantas operaciones, era inevitable que al protagonista  de esta historia se le infectara alguna de sus prótesis.

En mi opinión, todo médico debe ser discreto en su actuación cualquiera que sea el paciente con quien se tope. Me parecen ridículas esas ruedas de prensa llenas de embatados galenos luciendo el pandero, con el último propósito de que aumente el caché de sus minutas. Y el colmo de su tontería es exhibirse en las numerosas revistas del petardeo. Porque si las cosas se tuercen, del primero de quien se va a acordar todo el mundo es del médico, aunque éste  haya realizado un trabajo perfecto.

Ahora me gustaría saber si esa pajarraca que se arroga el papel de defender al paciente y que, achuchada por las compañías que venden seguros de responsabilidad civil, se dedica a incitar a que la gente interponga demandas a médicos u hospitales, ¿va a alentar a la familia real a que denuncie a todo quisque implicado en el lío? O, más bien, se habrá dado cuenta de que incluso aplicando la excelencia, las cosas también se tuercen: los fracasos médicos no pueden considerarse como una negligencia demandable para sacar pasta.

En este país, los ciudadanos con sentido común saben que la Sanidad pública, aun aceptando sus defectos, tiene los mejores profesionales y medios, y aplica la tecnología más avanzada en todos los campos, incluyendo todo tipo de prótesis. En principio, ello provoca un mayor gasto, pero al final revierte en ahorro ya que los resultados son mucho mejores, y las complicaciones mínimas. Sin embargo, en la medicina privada todo ahorro es ganancia. En nuestro ámbito, un claro ejemplo de ello son los pésimos resultados a largo plazo del llamado “plan de choque”.

Todos los que están familiarizados con el mundo sanitario, cuando requieren asistencia médica para sí mismos o para sus familiares buscan al profesional que creen que es el más adecuado para la cuestión. No busca gerifaltes ni jefes (a no ser que éste sea el experto), ni mucho menos a coros de figurones charlatanes o sacamuelas. A veces, incluso un médico residente puede ser el más apropiado. Y, si se requiere cirugía, intenta conseguir que se efectúe a primera hora de la mañana, máxime si se trata de una intervención compleja. Da la sensación de que los asesores del jefe del Estado en estos temas también son los ineptos de siempre, provenientes del mundo de la política.

La manifestada excelencia de la medicina pública española debe mantenerse sin interferencias de insolentes privatizadores que sólo buscan negocio. Si la infección de la desdichada cadera sirve para salvaguardar la sostenibilidad del modelo sanitario público, y además pone en su sitio a los buitres de las demandas, bienvenida sea. Aunque sin que quepa duda, deseamos que, a pesar de los desafueros, consiga recuperarse con prontitud.

viernes, 20 de septiembre de 2013

MADRID 2020

Fue un chasco que Madrid no fuera elegida para organizar las olimpiadas de 2020. El COI prefirió una candidatura solvente: trió a Tokio.

No se fiaron de un país de pusilánimes que otorga ¡democráticamente! responsabilidades a ladrones y sinvergüenzas. Sabían que una caterva de aventureros han copado las estructuras sociales para destruirlas: la economía, el orden público, la sanidad y demás servicios, hasta  el palacio real está plagado de chorizos. Nuestra credibilidad va por los suelos.

Los gerifaltes olímpicos inventaron los juegos para el chanchullo con televisiones o casas comerciales de material deportivo. Y son aquellos los que quieren trincar. Esos tejemanejes bien los conoce el indignatario monegasco, custodiador de botines de la economía criminal.

Si los 17 millones de euros despilfarrados para montar el viajecito a Buenos Aires se hubieran utilizado para sobornar a los electores, Madrid hubiera conseguido las olimpiadas.

viernes, 13 de septiembre de 2013

LIBROS Y BECAS

De nuevo oímos a algunos padres lo que les molesta invertir en la educación de sus niños. Creen que tener hijos es como adoptar a un gato. Quieren que el contribuyente sufrague los gastos para poder ellos gastarse el dinero en la falla o en el futbol. A esos padres habría que meterlos en la cárcel.
Efectivamente, se deberían evitar despilfarros, reciclar libros, prohibir mangoneos con los uniformes, controlar negocios con comedores, etcétera. Pero en épocas peores a la actual, los padres se ocuparon formal y económicamente de nuestra educación, sin tanto lamento.
Sólo deberían concederse becas para financiar la matrícula, y en instituciones públicas. Exclusivamente a quienes cumplan los estándares de estudio. Las becas Erasmus son un atraco a los trabajadores que pagamos los impuestos.  Un alto porcentaje de becas concedidas a post-licenciados sólo sirven para mantener departamentos universitarios inútiles. Y los libros deben pagarlos los padres, como toda la vida.

viernes, 6 de septiembre de 2013

CATALANES DE VALENCIA

El valenciano que nació bien lo hizo en la Comunidad Valenciana, territorio que antiguamente fue el Reino de Valencia. Así mismo, el catalán bien nacido lo hace en lo que es Cataluña.
Sin embargo, desde hace unas décadas los valencianos nos vemos rodeados de paisanos, la mayoría procedentes de nuestros pueblos, que para conservar su chapa de progre, dicen sentirse catalanes. Y basan ese sentimiento en el villano e imperialista historicismo que considera a la Comunidad Valenciana como un “país catalán”.
Quien duda de sus orígenes, o no los conoce, o los vende al mejor postor para que se promocionen sus bodrios, es un ser aberrante.
Así que he decidido apuntarme a la cadena pro-independencia de Cataluña. A ver si la consiguen y dejan de marear a los españoles. Y que esos engendros catalanistas de por aquí se larguen a Vilanova i la Geltrú (o mejor, a Sitges).